Nota del editor: Lin G. es comentarista económico de CGTN. El artículo refleja las opiniones del autor y no necesariamente las de CGTN.
En 2025, el superávit comercial de bienes de China superó por primera vez el billón de dólares, un hito histórico que ha generado un animado debate en los medios de comunicación internacionales. Algunos medios occidentales describen este aumento como una amenaza, utilizando términos como “dumping” o “sobrecapacidad”. Sin embargo, la realidad es mucho más matizada: el superávit no es el resultado de una presión deliberada sobre otras economías, sino la consecuencia natural de los ajustes en las cadenas de suministro globales y de las mejoras en eficiencia.
Para los responsables políticos y líderes industriales de Occidente, la pregunta no es cómo presentar a China como un rival, sino cómo reconocer las realidades estructurales que representa. Al entender el superávit como parte del panorama económico global, existe la oportunidad de ajustar estrategias, explorar complementariedades, fomentar la colaboración y buscar mejoras de eficiencia que beneficien a ambas partes.

Buques de carga cargando y descargando contenedores en una terminal portuaria en Zhoushan, provincia de Jiangsu, 9 de diciembre de 2025. /VCG
El superávit comercial no es un resultado deliberado
El superávit récord de China es fundamentalmente el resultado de cambios estructurales en el panorama industrial global. Cuando las corporaciones multinacionales reorganizan las cadenas de suministro en función de costos, confiabilidad y escala, en la práctica están “votando con sus pedidos”. Las ventajas de China —especialmente su eficiencia y escala— siguen siendo difíciles de replicar en otros lugares. El superávit surge así de millones de decisiones descentralizadas de empresas globales, más que de cualquier política intencional del gobierno chino.
Por el contrario, las autoridades chinas han enfatizado constantemente que mantener un superávit excesivamente grande no es su objetivo. De hecho, un superávit persistente crea un superávit pasivo en la cuenta de capital, lo que se traduce en tenencias excesivas de activos extranjeros por parte del gobierno. Estas tenencias están expuestas a las fluctuaciones de liquidez global, lo que puede limitar la independencia de la política macroeconómica de China.
Conscientes de ello, China ha promovido activamente la expansión y modernización de las importaciones. Iniciativas como la Exposición Internacional de Importaciones de China, junto con reducciones arancelarias en una amplia gama de insumos, ejemplifican los esfuerzos para fomentar flujos de entrada más diversificados y mitigar desequilibrios comerciales estructurales.
Ansiedad por la eficiencia en las economías avanzadas
Es comprensible que algunas economías avanzadas sientan ansiedad. Los países que alguna vez dominaron la manufactura global naturalmente experimentan preocupación a medida que las ventajas comparativas cambian rápidamente. Sin embargo, aunque la preocupación es en cierta medida legítima, las respuestas políticas a menudo no lo son. Los aranceles y las barreras industriales amplias, destinados a proteger la industria doméstica, no abordan la realidad subyacente de las brechas de eficiencia.
Las medidas proteccionistas pueden retrasar temporalmente la exposición de estas brechas, pero no restauran la competitividad. Ejemplos históricos subrayan este punto: los aranceles de EE. UU. sobre el acero y el aluminio no lograron reactivar la capacidad doméstica, mientras aumentaron los costos para las industrias aguas abajo. Las recientes oleadas de aranceles a los vehículos eléctricos en ciertos países occidentales ilustran un patrón similar: costos más altos y opciones limitadas para los consumidores, sin generar los incentivos de innovación necesarios para una verdadera modernización industrial.
El desafío más profundo es uno de perspectiva. Algunas economías avanzadas siguen ancladas en una visión del siglo XX, que asume una posición inherentemente dominante para la manufactura occidental. Mantener estas suposiciones inevitablemente desalineará las políticas con las dinámicas industriales del siglo XXI. Reconocer y ajustarse a esta nueva realidad es el primer paso hacia respuestas sostenibles. Sin ello, las economías avanzadas corren el riesgo de aplicar medidas que tratan los síntomas mientras socavan la competitividad a largo plazo.

Un buque de carga espera en las aguas cercanas al Puerto de Los Ángeles, California, EE. UU., 15 de octubre de 2025. /VCG
Espacio para la complementariedad en un panorama no de suma cero
Contrario a las narrativas de suma cero, la estructura industrial global sigue siendo en gran medida complementaria. Las economías avanzadas mantienen claras ventajas en diseño, marca e investigación fundamental, capacidades que no han desaparecido a pesar de la expansión de la manufactura china. China, a su vez, sobresale en escala y ejecución, formando una estructura que complementa en lugar de reemplazar las capacidades de alto nivel.
Irónicamente, ciertas decisiones de política occidentales han agravado los desequilibrios comerciales. Si las economías avanzadas hubieran continuado vendiendo chips de alta gama y equipamiento sofisticado a China como en el pasado, gran parte del superávit comercial chino podría haberse compensado. En cambio, las restricciones a las exportaciones tecnológicas — destinadas a frenar el ascenso industrial de China— han impulsado a las empresas chinas hacia la autosuficiencia y la innovación doméstica. Al intentar limitar el acceso tecnológico de China, los responsables políticos occidentales pueden estar reduciendo inadvertidamente las ventajas residuales de sus propias empresas, cediendo así beneficios estratégicos finales a competidores.
Actualmente, aún existe una proporción significativa del valor agregado de las exportaciones chinas que es capturado por multinacionales extranjeras que operan en China. Empresas internacionales como Apple, Volkswagen y Tesla están entre los mayores “exportadores desde China”. Esto demuestra que gran parte del beneficio económico de la manufactura china se distribuye a lo largo de las cadenas globales de suministro. También pone de relieve que existe un amplio espacio para la complementariedad entre China y las economías occidentales, en lugar de una competencia puramente de suma cero.

Trabajadores laborando en la línea de producción de una empresa exportadora de productos electrónicos de alta tecnología en la provincia de Shandong, China. 3 de noviembre de 2022. /VCG
Adoptar la colaboración con China para mejorar la competitividad occidental
Un enfoque más productivo para las economías avanzadas consiste en adoptar una postura similar a la de China: abrir ventanas para mejoras de eficiencia, dar la bienvenida a la inversión extranjera y fomentar la colaboración, en lugar de ver a las industrias domésticas como desplazadas. De hecho, las empresas de inversión extranjera representaron el 29.3 % del comercio total de China en los primeros once meses de 2025, lo que resalta cómo la apertura y la colaboración sustentan el desempeño comercial.
La idea central es que, en el corazón de la competencia, la eficiencia es primordial. En las economías occidentales, donde las empresas domésticas enfrentan desafíos para aumentar la productividad, integrar inversión, tecnología y experiencia operativa chinas puede ofrecer una vía significativa hacia la mejora. Basado en la observación de largo plazo de los emprendedores chinos, está claro que generalmente están dispuestos a invertir en el extranjero, aunque la estabilidad de las políticas sigue siendo una consideración clave. Esta colaboración representa una estrategia racional para que las empresas occidentales mejoren la eficiencia y aprovechen las fortalezas complementarias.
El camino más efectivo es la cooperación: desarrollo tecnológico conjunto, capacidad de producción compartida y adopción selectiva de tecnologías chinas cuando sea beneficioso. Al reconocer esta realidad tempranamente y ajustar las políticas en consecuencia, los fabricantes occidentales pueden ampliar su eficiencia mientras preservan ventajas existentes. Retrasar este ajuste implica el riesgo de quedarse atrás, enfrentando potencialmente la obsolescencia, como ilustran los casos de Kodak en el negocio de cámaras o Nokia en teléfonos móviles.
Reconocer la realidad como una oportunidad estratégica
En última instancia, en lugar de ver el superávit comercial de China como un desafío a confrontar, puede ser más constructivo que las economías avanzadas lo consideren una realidad estructural que debe entenderse. Reconocer esta realidad temprano abre la puerta a identificar complementariedades y explorar vías de colaboración. Al adoptar una asociación con China de manera reflexiva, los responsables políticos y las empresas occidentales pueden mejorar su propia eficiencia mientras preservan sus ventajas a largo plazo, utilizando el reconocimiento del cambio como base para un ajuste estratégico.
NOTA: ESTA ES UNA COLABORACIÓN CON CGTN.

