Soy sobreviviente del caos que se dio en una trifulca donde se volaron plomo los Velázquez contra los Portillo. Salí ileso como gato asustado por debajo de mesas, sillas y caídos en combate. Me pregunté: qué hacía yo en este lugar lejos mi casa y de mi familia y todo por ir a ver a la que fue mi novia y del pueblo de San Antonio.

Según yo el restaurante era de pomada donde servían buenos churrasco, pero no; era el recinto de los muchachos ganaderos que se odiaban y se peleaban por todo. Fueron por Eira, la reina de la feria, mi novia y querida de uno de estos pistoleros. Lo supe hasta cuando entraron los Portillo y me vieron comiéndola a besos. Intentaron matarme, pero los Velázquez, que me querían para ellos, desenfundaron y fue cuando sonaron los disparos qué, sin discriminación rociaron el lugar de plomo y yo como pude, salí huyendo hasta llegar a la parada del bus extraurbano que me regresaría a la capital, de donde no debí salir nunca y menos por buscar a la gordita, que se suponía, era mi novia.

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