
La entrada del invierno, porque es apenas la entrada, ha desnudado con crudeza y llana obviedad las consecuencias de al menos tres de las grandes falencias históricas contemporáneas de nuestro carácter nacional y su impacto en costos materiales, de vida y espirituales. La incompetencia, la irresponsabilidad y la corrupción se ven a la vuelta de la esquina y quien no quiera entenderlo así, es porque el espíritu de zombi ha terminado de hacer de las suyas en su vida.
En el ánimo, más de contribuir que solamente señalar y demandar de nuestras autoridades y de cada uno de nosotros por igual, considero oportuno un aporte reflexivo que el papa Francisco entregará al mundo en su Carta Encíclica LAUDATO SI’ y que bien merece ser leída, considerada y más aún, puesta en práctica en estos y futuros tiempos que evidentemente nos está tocando vivir y que, en lugar de tener expectativas que pueda mejorar, amenazan claramente ir empeorando con el irresponsable actuar de la humanidad. Cito:
Cara Encíclica Laudato SI’:
“1. Laudato si’, mi’ Signore» – «Alabado seas, mi Señor», cantaba san Francisco de Asís. En ese hermoso cántico nos recordaba que nuestra casa común es también como una hermana, con la cual compartimos la existencia, y como una madre bella que nos acoge entre sus brazos: «Alabado seas, mi Señor, por la hermana nuestra madre tierra, la cual nos sustenta, y gobierna y produce diversos frutos con coloridas flores y hierba».
2. Esta hermana clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella. Hemos crecido pensando que éramos sus propietarios y dominadores, autorizados a expoliarla. La violencia que hay en el corazón humano, herido por el pecado, también se manifiesta en los síntomas de enfermedad que advertimos en el suelo, en el agua, en el aire y en los seres vivientes. Por eso, entre los pobres más abandonados y maltratados, está nuestra oprimida y devastada tierra, que «gime y sufre dolores de parto»
(Rm 8,22). Olvidamos que nosotros mismos somos tierra (cf. Gn 2,7). Nuestro propio cuerpo está constituido por los elementos del planeta, su aire es el que nos da el aliento y su agua nos vivifica y restaura.
3. Hace más de cincuenta años, cuando el mundo estaba vacilando al filo de una crisis nuclear, el santo Papa Juan XXIII escribió una encíclica en la cual no se conformaba con rechazar una guerra, sino que quiso transmitir una propuesta de paz. Dirigió su mensaje Pacem in terris a todo el «mundo católico», pero agregaba «y a todos los hombres de buena voluntad». Ahora, frente al deterioro ambiental global, quiero dirigirme a cada persona que habita este planeta. En mi exhortación Evangelii gaudium, escribí a los miembros de la Iglesia en orden a movilizar un proceso de reforma misionera todavía pendiente. En esta encíclica, intento especialmente entrar en diálogo con todos acerca de nuestra casa común.”
Cuando en el titular de esta reflexión, expongo la idea de estar pagando los elotes que otros se comieron, busco precisamente señalar el desastre que lenta pero inexorablemente hemos provocado con nuestra “casa en común” sin darnos cuenta que como reza la tradición judeo cristiana, la idea del creador de la existencia de cada hombre y mujer sobre esta tierra era y sigue siendo que, al morir físicamente, la dejemos mejor de lo que la encontramos. Hoy por supuesto, la tenemos peor de la que los abuelos la dejaron y no se vale seguir así, puesto que además de atentar con las presentes e inmediatas generaciones, estamos dejando de hacer sostenibles la raza humana como la conocemos.
Por otro lado, avances tecnológicos de última generación, dan muestras ya de la capacidad de destrucción que vamos generando para con nosotros mismos. La Inteligencia Artificial y la Robótica son anticipos iniciales, y sólo iniciales; del poder que nuestra capacidad creadora puede generar, pero aún no vemos señales de ámbitos positivos que pudiéramos tener. Los viajes exploratorios a otros planetas, las ideas hoy en ciencia ficción de la vida intergaláctica y un largo etcétera, pueden dar cuenta de algo en lo que podamos parar, pero la realidad es una: o cambiamos de comportamiento o vamos a terminar muy mal con raza humana. ¿Piénselo?
Entre otras ideas que se plantean en Cara Encíclica Laudato SI:
182. La previsión del impacto ambiental de los emprendimientos y proyectos requiere procesos políticos transparentes y sujetos al diálogo, mientras la corrupción, que esconde el verdadero impacto ambiental de un proyecto a cambio de favores, suele llevar a acuerdos espurios que evitan informar y debatir ampliamente.
183.Un estudio del impacto ambiental no debería ser posterior a la elaboración de un proyecto productivo o de cualquier política, plan o programa a desarrollarse. Tiene que insertarse desde el principio y elaborarse de modo interdisciplinario, transparente e independiente de toda presión económica o política. Debe conectarse con el análisis de las condiciones de trabajo y de los posibles efectos en la salud física y mental de las personas, en la economía local, en la seguridad.
¡Animo!, no sigamos pagando el precio de nuestras irresponsabilidades hacia las futuras generaciones. Recuerde, son sus hijos, nietos y bisnietos de su misma sangre y el resto de la humanidad.

