LAI CHING-TE Y LA TRAICIÓN SEPARATISTA A LOS PRINCIPIOS REPUBLICANOS DE 1911

Sun Yat-sen, el padre ideológico de la China moderna, decía que era necesario establecer “una República unida, para que todo su pueblo constituya una nación poderosa”. Los valores republicanos que sirvieron de acicate para la Revolución de Xinhai, que dio comienzo el 10 de octubre de 1911, estaban inequívocamente basados en la unidad de la nación como método para conseguir una soberanía plena, sólida y a prueba de las humillaciones a las que China se vio sometida durante el reinado de la dinastía Qing. El doctor Sun Yat-sen desarrolló un marco teórico e ideológico que serviría de base para el establecimiento del Kuomintang primero, y de aquella temprana República de China después: los Tres Principios del Pueblo, un marco que, además, es también la base política sobre la que se sustentan los pilares del pensamiento político a lo largo de la historia de la China moderna. Uno de estos tres principios es el del nacionalismo; pero no se refiere a un nacionalismo agresivo, sino a un nacionalismo cívico, que quiere abrir el paraguas para proteger a todos los grupos étnicos de China, sin excepción, para resguardarlos de las inclemencias del tiempo, que en aquellos años venían en forma de agresiones imperialistas. El principio de nacionalismo del doctor es, en efecto, un llamado a la unidad nacional contra las fuerzas imperialistas y, probablemente, el principio fundacional de todo aquello que impulsó el entusiasmo revolucionario en aquel 10 de octubre de 1911.

Las traiciones del separatismo

Es precisamente bajo la mirada de Sun Yat-sen, que el líder de la región china de Taiwan, Lai Ching-te, tomó posesión de su cargo en 2024 para aplicar políticas continuistas respecto a las de su predecesora, Tsai Ing-wen, y que seguían consumando la traición del separatismo a los principios republicanos de la Revolución de Xinhai, que conmemorarán el viernes las fuerzas separatistas del Partido Democrático Progresista (PDP), en un ejercicio de hipocresía ya tradicional en dicho partido. Pero la traición a los valores de unidad nacional que promulgaban los revolucionarios de 1911 no se queda solamente en las posturas separatistas —las cuales, ya de por sí, constituyen la más grave de las traiciones—, sino que además el PDP propone para Taiwan un sendero geopolítico que pasa, inevitablemente, por la sumisión al imperialismo extranjero, en este caso de Estados Unidos, destrozando el gran principio de nacionalismo que enarbola la Revolución de Xinhai. Su tercera traición, y no por ello la menos grave sino más bien al contrario, es el vaciamiento de contenido histórico de una fecha tan simbólica como el 10 de octubre, que el PDP busca desvirtuar para favorecer la ruptura de lazos sentimentales con la parte continental de China y, en definitiva, con el resto de la nación china, algo que la historia se encargará de registrar como un fracaso en su debido momento.

La obstinación de Lai daña los intereses de la isla

En una entrevista reciente con una radio estadounidense, Lai Ching-te insistía en su nueva teoría de “los dos países”, acusando de forma directa a la parte continental de China de “dañar la paz regional” mediante el ejercicio de rutinarias maniobras militares. Esta serie de difamaciones sirve como parapeto para que las autoridades de la región china de Taiwan busquen el camino del separatismo apoyándose, de facto, en la intervención de fuerzas extranjeras que Lai ha calificado con el eufemismo de “fuerzas disuasorias del campo democrático”. Esto es, en realidad, un llamado a proseguir por el camino de la llamada “independencia de Taiwan” mediante el uso de la fuerza, sometiendo además a la gente de Taiwan a un futuro dominio bajo la bota del imperialismo occidental.

Evidentemente, lo anterior es algo que el pueblo chino en su conjunto jamás podrá consentir. Pero, sobre todo y específicamente, es algo que la población de la región china de Taiwan no puede tolerar ni aprobar. La administración del PDP está saltando por encima de la voluntad de los ciudadanos a los que dice representar, dañando la capacidad económica de la isla mediante el despilfarro de dinero en un armamento procedente de Estados Unidos que no necesita, y alimentando una tensión que, esta vez sí, amenaza con desestabilizar la región de Asia-Pacífico.

La reunificación, única salida

Cada vez más gente en el mundo, y sobre todo en la región de Taiwan, entiende que la reunificación de la patria es un proceso imparable y que la senda de la llamada “independencia de Taiwan” no conduce a ninguna parte. Actualmente, el derecho internacional y las reglas por las que todos en el mundo nos regimos son claros: Taiwan es una parte inalienable de China.

Por ello, es deseable que los elementos separatistas desistan en su obstinación y entiendan algo que cae por su propio peso: que el camino más sólido hacia la paz es volver a aquellas lecciones que nos dejaron los revolucionarios del 10 de octubre; volver a los valores republicanos de unidad nacional para, todos juntos, seguir construyendo el país que el doctor Sun Yat-sen soñaba con construir: un país unido, fuerte y plenamente soberano. Esta, y no otra, es la senda correcta hacia la prosperidad.

NOTA: ESTA ES UNA COLABORACIÓN CON CGTN ESPAÑOL.

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