El día que vi sonreír al señor del barrio, le pregunté satisfecho y además extrañado:

-Don Héctor ¿Por qué tan feliz?

Me miró sin borrar su expresión de satisfacción y me respondió:

-«La inocencia de mi niñez la he vuelto a evocar y sentir hoy.

Ya no me interesa la muerte, ni el mundo conocido.

Que me amen menos, es lo que poco me importa.

Amar a quien ni me ama, no lo siento, porque de niño comía lo que hubiera y lo que la mano piadosa me diera.

La inocencia es hoy mi nuevo despertar.

No quiero que me digan te quiero, cuando, al quererme, no me quieren.

Mi inocencia de hoy, vuelve a ser la de antes, sólo que sin el conocimiento de causa.

Vuelve la poquita fe, las palabras mal dichas y la necesidad de sentir cerca de mi mamá y a mi papá».

Escupió con desdén y remató con:

-Eso sí, con una próstata de acero.

– ¡Pero oxidada!

Comenté y me tuve que hacer el quite, sino, me da un bastonazo en la cabeza.

NOTA: Si deseas enviar tu narrativa puedes contactarnos en: [email protected] 

Sobre Nosotros

iDocumenta registra y documenta los sucesos que cambian la historia.

Publicaciones Recientes

Suscríbete a nuestro boletín

[email-subscribers-form id="2"]