
Uno de los intelectuales del mundo de los negocios del siglo XX, Peter Drucker, rubricó su prestigio con una forma de expresar su pensamiento en relación al futuro así: “La mejor manera de predecir el futuro es crearlo”. Esto, por supuesto se puede evidenciar en la historia de la humanidad con todas las invenciones del ser humano en la ciencia, las artes, la política, las letras, las humanidades y cuanta fuente de nutrición del talento humano se puede haber descubierto hasta el momento de las huellas del hombre sobre la tierra.
La capacidad de transformar y trascender, dones divinos entregados en la imagen y semejanza que Dios puso en su creación del ser humano, han sido evidentes desde el fuego, la rueda, los metales, la escritura, el libro, la imprenta y un largo etcétera que nos lleva al IPhone, el internet y la inteligencia artificial, todos estos últimos, arquitectos de un mundo nuevo que emerge frente a nosotros y configura, ahora a velocidades insospechadas, nuevas formas de vernos, de pensarnos y de imaginar esa creación de futuro, con una capacidad de conectividad que potencia exponencialmente al ser humano.
De las individualidades, incluyendo inclinaciones hedonistas y narcisistas, pasando por egoísmo exacerbado por la ausencia de criterios de la otredad que deben vincularnos con ideas de una profunda ética y valores de convivencia que validen la tesis de una humanidad que puede alcanzar a ser feliz y hacer felices a sus congéneres, bien podría ser un nuevo encuentro y profunda raíz de cambios en las llamadas ciencias políticas desde otras ópticas en las que construyamos solidaridad, unidad y respeto entre las futuras generaciones.
Mario Vargas Llosa, en su ensayo, la Civilización del Espectáculo, pone algunos puntos que bien vale la pena considerar a la luz de lo que vivimos hoy, de cara a ese futuro al cual todos estamos llamados a contribuir:
“Steiner destaca la capacidad autocrítica enraizada en la tradición occidental. «¿Qué otras razas se han mostrado penitentes con aquellos a quienes esclavizaron? ¿Qué otras civilizaciones han acusado moralmente el brillo de su propio pasado? El reflejo a escrutarse a sí mismo en nombre de valores éticos absolutos es un acto característicamente occidental, posvoltairiano».
Uno de los rasgos de la poscultura es no creer en el progreso, el eclipse de la idea según la cual la historia sigue una curva ascendente, el predominio del Kulturpessimismus o nuevo realismo estoico. Curiosamente, esta actitud coexiste con la evidencia de que en el campo de la técnica y la ciencia nuestra época cada día produce milagros. Pero el progreso moderno, ahora lo sabemos, tiene a menudo un precio destructivo que pagar, por ejemplo, en daños irreparables a la naturaleza y a la ecología, y no siempre contribuye a rebajar la pobreza sino a ampliar el abismo de desigualdades entre países, clases y personas.”
Es en alguna medida y para subrayar la perspectiva humanista anterior, consideremos lo que el papa Francisco en su Carta Encíclica LAUDATO SI’ SOBRE EL CUIDADO DE LA CASA COMÚN, señala así, iluminado por el contenido que encuentra en el sagrado libro del cristianismo: la Biblia.
1. “Laudato si’, mi’ Signore» – «Alabado seas, mi Señor», cantaba san Francisco de Asís. En ese hermoso cántico nos recordaba que nuestra casa común es también como una hermana, con la cual compartimos la existencia, y como una madre bella que nos acoge entre sus brazos: «Alabado seas, mi Señor, por la hermana nuestra madre tierra, la cual nos sustenta, y gobierna y produce diversos frutos con coloridas flores y hierba».
2. Esta hermana clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella. Hemos crecido pensando que éramos sus propietarios y dominadores, autorizados a expoliarla. La violencia que hay en el corazón humano, herido por el pecado, también se manifiesta en los síntomas de enfermedad que advertimos en el suelo, en el agua, en el aire y en los seres vivientes. Por eso, entre los pobres más abandonados y maltratados, está nuestra oprimida y devastada tierra, que «gime y sufre dolores de parto» (Rm 8,22). Olvidamos que nosotros mismos somos tierra (cf. Gn 2,7). Nuestro propio cuerpo está constituido por los elementos del planeta, su aire es el que nos da el aliento y su agua nos vivifica y restaura.
Estas reflexiones de ciclos en nuestra humanidad que nos han llevado hasta el hoy, hacia las cuales nos introduce para reflexionar sobre la Civilización del Espectáculo que desarrollo en su ensayo, pueden abrir nuestras mentes para encarar presente y futuro de nuestra política y voy a decir, su prima hermana en Guatemala, la Religión, desde una óptica profundamente responsable y critica para construir la civilización del futuro con fundamentos sólidos, como ya lo hizo en el pasado.
Crear el futuro, es una tarea de hoy, es un deber de estas generaciones y por supuesto, iluminar esta creación del futuro con los aprendizajes de la hasta ahora existencia de la humanidad sobre la tierra, debe hacerse atendiendo el llamado original de fructificar, multiplicarnos y aprender a gobernarnos. Tarea, no tan fácil, pero si posible porque para eso fuimos diseñados. ¿Puede usted creerlo así?
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